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12 jun 2010

Entrevista a: Juan Ignacio Carrasco


El género de los vampiros en el cine es, como no podía ser de otra forma, inmortal. En la Literatura ya es otra cosa, pues casi se podría decir que Anne Rice lo resucitó con Entrevista con el vampiro en 1976. Juan Ignacio Carrasco, de 36 años, debuta en el difícil mundo de la escritura -«el de los mendigos», según el último Premio Cervantes- con una novela sobre estos seres que en su novela Entre nosotros «son malos, porque se ha degenerado hacia un vampiro de ficción». Tiene muy claro que no hay romanticismo en ellos: «Es como si digo que mi Hyundai es un Ferrari...»..

Cree Juan Ignacio que existe el «vampiro natural», quitándole los adornos que sus autores les pusieron para venderlos como un producto de entretenimiento. Este ser existe en cientos de leyendas de pueblos de Asia, Europa y África. También aparece en investigaciones judiciales, policiales, científicas y, por supuesto, también en las que llevaron a cabo en su día los inquisidores de la Iglesia Católica. «No puedo creer que miles de personas, en diferentes lugares del planeta, se pongan de acuerdo para contar la misma historia de miedo». Advierte que ese ser ahora «ya no es culto, malvado y aristócrata, sino un ciudadano medio con algún defectillo».


Confieso que me decepcionó leer el Drácula de Bram Stocker. Ve al conde como un insecto. Y yo que acababa de ver la versión de Coppola y similares...

No estoy de acuerdo. Drácula era la personificación del Diablo, su único propósito era causar el mayor mal posible al ser humano. En cuanto a su romanticismo, esto no tiene nada que ver con Drácula ni con los vampiros clásicos. El enamoradizo o ese que tiene dudas de morder a una chica o casarse con ella es una invención moderna que nació con el personaje de Louis en Entrevista con un vampiro y que ha alcanzado una inquietante cumbre con la saga de Crepúsculo, donde el vampiro ha perdido sus características esenciales para poder vender camisetas y lápices de colores.


¿Qué hay de leyenda sobre ese vampiro auténtico que fichó Morneau para Nosferatu?

Todas las películas de terror que han alcanzado cierta relevancia, generan una leyenda oscura a su alrededor y, por supuesto, el Nosferatu de Murnau no ha podido tampoco salvarse de esta extraña maldición. No creo que Max Schreck, que es el actor que hacía del conde Orlock, fuese un vampiro. Ahora bien, también es curioso que su apellido signifique miedo en alemán y que su muerte no esté del todo aclarada. Se supone que falleció de un ataque al corazón en 1936, pero el problema es que en aquellos años hubieron muchos muertes extrañas en ese país… Aunque todos sabemos que, por desgracia, no fueron a consecuencia de ningún fenómeno paranormal.


¿De qué sangre beben sus vampiros? ¿De Rice, de Stocker?

Bram Stocker creó el vampiro literario por excelencia. A partir de ahí, cualquier novela o película será una variación del canon de Drácula. Lo que hizo el escritor irlandés fue convertir ciertas leyendas de Europa Oriental en una novela ambientada en Londres. Drácula es un excelente libro que habla de la lucha del Bien contra el Mal, el Amor contra la Muerte y Dios contra el Diablo. A mí me gusta ese planteamiento y mi obra, en el fondo, también quiere hablar de eso. No puedes escribir nada sobre vampiros sin haber leído el clásico, como tampoco puedes montar una banda de rock sin haber escuchado a The Rolling Stones. A ver, poder, puedes hacerlo, pero tu novela será una porquería y tu banda acabará tocando versiones de canciones de Mecano en fiestas patronales de pueblos dejados de la mano de Dios.


A ver, véndase en unas líneas. ¿Qué diferencia su novela de una de chupasangres?

Para empezar, que mis vampiros son malos. Dicho así parece una perogrullada, pero, por desgracia, debido a la degeneración del vampiro de ficción, he de señalarlo. Otra característica es que el narrador - que es Abel, el personaje principal de esta historia -, es muy ignorante e inocente y el tono con el que cuenta sus aventuras puede ser considerado cómico. Puede que sea una de las pocas obras de la historia en la que el narrador no es un pedante resabido, sino alguien que ni siquiera sabe de lo que está hablando. En el fondo es una novela muy irónica y sensible, cosa que consigue que los momentos de suspense y terror se revelan más impactantes.


¿Qué hay de usted en Abel?

Cuando acabé de escribir creí que había conseguido algo muy difícil para un escritor novato: no hablar de mí mismo. Pero al releer la trama me di cuenta que Abel tenía muchas cosas mías, demasiadas. No coincido con él ni en lo dice, ni en lo que hace, ni en lo que piensa, como personaje, pero sí como narrador. Mi manera normal de expresarme es la que utiliza Abel para relatar sus aventuras. Así que creo que este chico ha heredado la forma de expresarse de su padre, y el resto de cosas de su madre, que no sé quién es, pero que seguramente debe ser alguna mujer que me causó un trauma adolescente que algún psiquiatra me hará revivir de aquí a unos años.


¿Sus vampiros toman el sol y beben gazpacho? Lo digo por el ajo, vamos.

No puedo decir si mis vampiros toman el sol o no, porque puede que alguien que no haya leído la novela y lea esta entrevista, le apetezca echarle un vistazo a Entre nosotros, y si contesto, le podría fastidiar un par de momentos muy buenos que hay relacionados con el tema del efecto de los rayos solares en los vampiros. Y sobre lo del gazpacho con ajo, los míos pueden comer de todo, pero lo del gazpacho es muy español y en España no hay tradición vampírica. Lo más parecido que podemos encontrar en leyendas nacionales, son el sacamantecas y las brujas vampiro, que eran unas señoras que asesinaban a viajeros para extraerles la sangre y hacer rituales satánicos con ella.


¿Y qué es lo que le atrae de ese mundo tan fantástico como tenebroso?

Lo que más me atrae de ellos es que son una especie de ejército del Mal. Y por eso los odio profundamente. Mi novela no es de vampiros, sino de cazavampiros. No me gusta la apología de la violencia y que nadie, real o ficticio, se deleite con el sufrimiento humano. Odio el Mal, en todas sus formas. El único vampiro bueno es al que le han clavado una estaca en el corazón y le han cortado la cabeza.

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